La Paz en Bolivia

En el corazón de Sudamérica, se sienta la tranquila ciudad de La Paz, y la verdad es que hace honor a su nombre por “la paz” que contagia. Al atardecer los niños corren alegres al salir de sus escuelas pintando el ambiente con sus risas de nueces entremezcladas con los campanarios de las iglesias.

La gente parece no llevar prisa, más bien camina lentamente conversando por sus aceras de subidas y bajadas mientras algún canino suele pasar apresurado.

Al medio día el aroma de asados y el típico pan recién horneado invita a los comensales a sentarse en cualquier restaurant del barrio dándole el toque familiar al típico almuerzo boliviano que no se puede perder por sus características.

Sus montañas de colores rojizos y blancos nieve se lucen esbeltas alrededor de la ciudad que pareciera que pidiera tímidamente su protección. Sus plazas de monumentos a héroes que soñaron con la libertad albergan niños en bicicletas; ancianos que conversan afanados de política; enamorados abiertamente apasionados a eso se suman las palomas y pajarillos cantores que cruzan el cielo azul entre brisas suavemente frías...brisas típicas de las alturas…

Y por las noches aun se siente la vida que acaricia en copas de vino alrededor de una mesa entre velas o en los bulliciosos centros de diversión, todos como piedras preciosas asentadas en el negro terciopelo de la ciudad…No en vano Nestor Portocarrero le dedico el tango “Illimani” porque es como canta su canción: “...Es tu cielo de un azul inmaculado, son tus flores de un perfume sin igual..”